martes, 16 de abril de 2013

Destrucción del Espacio y Abstracción Capitalista en la desaparición del Río Copiapó


La Sobre Explotación y el Olvido Ambiental:

La Minería y la Agroindustria. Foto: Oestezonadura.blogspot.com
Versión complementada con notas bibliográficas de un artículo antes publicado en Atacamaviva. El escrito busca reflexionar en las vinculaciones entre las formas de relación económica e instrumental entre sociedad y naturaleza, interpretando el espacio como relación social conflictiva, dando lectura al desastre y la crisis ambiental local.

Voy a volver sobre un tema al que he estado vinculado durante los últimos años, el Río Copiapó, pese a que como planteaba he estado en un aserie de actividades que se vinculaban al río Copiapó desde distintos ámbitos, no ha sido un tema sobre el que haya escrito con regularidad, tal vez por la cercanía haya tomado cierta distancia desde la escritura.
Propongo pensar el espacio, nuestro espacio social y ecológico, para eso referiré al río Copiapó y su lamentable proceso en los últimos tiempos, su agonía, su desaparición y muy especialmente el olvido colectivo en el que quedó por algunos años, lo anterior no para suspendernos en un lamento sino para reflexionar y dar paso a ideas algo más optimistas al respecto, también para la crítica.
Bastante hemos conversado en el espacio público en los últimos años sobre el río, sobre la crisis del agua y el papel de las grandes industrias tanto minera como agroindustriales, es así como sabemos que la distribución de los recursos hídricos de la cuenca existe una altísima concentración de derechos de aguas en los rubros industriales, quedando el consumo potable del valle en un minoritario 15% (promediando porcentajes de diversos estudios) versus un 85% para fines industriales, las cifras son claras, las prioridades parecen estar desequilibradas.
Con lo contradictorio que resulta por lo demás tener un sistema de mercado del agua que opera en base a “derechos”, las comillas están puestas puesto es conradictorio que los derechos se vendan, o al menos contradictorio podría parecer a cualquiera que piense un poco sobre aquello, lamentablemente se trata de algo bastante sintomático de nuestro ordenamiento jurídico neoliberal, no obstante no es donde quiero llegar.
Por otra parte hemos sufrido en nuestros propios hogares y en nuestra cotidianidad la mala calidad de las aguas de consumo potable distribuidas por la empresa Aguas Chañar, mala calidad que está vinculada al descenso de las napas subterraneas puesto el agua de mejor calidad, la superficial está repartida entre unas cuantas empresas aparentemente agroindustriales.
El consumo industrial desenfrenado, la muy inadecuada política de regulación normativa de las aguas, y sobre todo la mercantilización del agua instaurada en dictadura han terminado por configurar un escenario de crisis  el que si bien está aún en desarrollo, se comenzó a hacer patente con la desaparición del Río Copiapó el año 2004.
Entrando ya en materia invito a pensar sobre nuestro espacio, entendiendo el espacio como el escenario geográfico, como la naturaleza que entra en interrelación a la vida social, económica y política. En esa mirada del espacio, podemos pensar sobre las transformaciones en el, si recogemos lo mencionado en párrafos anteriores sobre la crisis hídrica y la desaparición del río claramente hay una transformación espacial evidente, una transformación que muy bien podemos entender a través de un calificativo más drástico, como una marca de la destrucción del espacio evidenciada en la desaparición del río Copiapó, fenómenos sobre cuyas causales ya nos referimos, aunque muy superficialmente pero también muy concretamente.
El ambiente, el lugar, el espacio y el paisaje, han estado por lo general bastante ausente de las reflexiones históricas y sociales en la literatura nacional y regional, a no ser por acercamientos formales o marcadamente positivistas no ha tenido lugar destacado en los estudios,
Desde las nuevas aportaciones de la geografía Edward Soja ha planteado a manera de interpelación a algunas perspectivas de los estudios sociales que la exclusión de una dimensión espacial al hacer análisis de la existencia social ha generado una distorsión ontológica relevante1, llamado de atención que compartimos y recogemos.
En función de lo anterior creemos que la dimensión espacial debe ser revalorada y repensada en una perspectiva relacional como la redivada de Lefevbre y sus continuadores críticos (radicales y posmodernos), de esta forma y complementándolo con aproximaciones sociológicas podemos recoger y criticar la idea de Connerton (2010) cuando afirma que el paisaje implica una negación2 (aunque no reconocida) del papel de la mano de obra en el proceso laboral de transformación del medio, creemos que acierta en identificar un proceso de abstracción y olvido relacionado a los procesos productivos, no obstante al igual que críticos del desarrollo,clásicos y neoclásicos el autor falla al concentrarse exclusivamente en los micro procesos laborales, creemos que esta perspectiva termina por ocultar una abstracción mayor al dejar de considerar a los proceso laborales como un fenómeno integrado a una globalidad, abstrae la interacción espacial3.
En términos conceptuales y siguiendo algunas ideas del filósofo Henri Lefevbre (1974) consideramos de que el espacio es una relación social4 , relación ciertamente dinámica en el que sociedad y naturaleza interactúan, es decir es un fenómeno relacional y que no está exento de conflictos.
En relación a lo último recogemos lo planteado por el antropólogo Gastón Gordillo (2010) en relación a las contradicciones que el espacio captura5 , buscamos vincular el papel de las relaciones conflictuales entre sociedad y espacio en el marco del desarrollo local, escenario en el que la economía local y su devenir histórico es clave en más de un sentido. Lo anterior nos lleva a pensar que la destrucción del espacio, expresado en la desaparición del río Copiapó, nos muestra y a la vez nos esconde fenómenos que subyacen a lo superficial y sobre las que gran parte de las literaturas nacionales y regionales no han explorado aun, es más, muchas de estas en ciencias sociales se han hecho carne en una forma de a-espacialidad. 
Atendiendo a las ideas anteriormente relacionadas, si el espacio es una relación social, es una relación de múltiples dialécticas, y una muy importante es la que caracteriza a los procesos capitalistas como los que han generado las configuraciones y reconfiguraciones de nuestro espacio local, las que han constituido lo que conocemos del paisaje, el territorio Copiapino, hacemos con esto una referencia a los procesos extractivos históricamente mineros, en especial de los capítulos decimonónicos y los giros sociales, políticos y ambientales que esto supuso para el futuro devenir y para nuestro presente, a lo anterior es necesario además sumar la incorporación de un sector agroindustrial durante los años 80´s, en el marco de las transformaciones neoliberales que transformarían los resabios de las formas agrícolas, alquímia económica que transformaría buena parte del terreno cultivable del valle, tecnificándolo y racionalizándolo según el buevo canon agroproductor.
Estas relaciones económicas, históricamente estructuradas han derivado en un proceso silencioso de destrucción ambiental, el que se ha hecho cada vez más profundo y que ha emergido visible en el nuevo paisaje de sequedad, aunque socialmente silenciado e invisible. 
Foto: perspectiva desde el Lecho Seco
Esta destrucción del espacio en Copiapó (y su valle) no solamente nos ha dejado un suelo seco como marca espacial de dicha destrucción -de cuyos fundamentos causales ya hicimos ligera referencia- sino que además nos ha dejado develado un fenómeno asociado -aunque no directamente ni de manera causal a dicha destrucción- como lo fue el olvido social en el que quedó el Río durante algunos años luego de haberse secado, este olvido no solo fue social y subjetivo sino que tuvo sus correlatos urbanos cuya evidencia fue la marginalización de dicho espacio, negando su condición de lugar y convirtiéndose en un espacio olvidado, cargado de silencios, un vacío lleno de tramas invisibles.
La desaparición del río y el olvido se cruzan, se relacionan, no obstante sus naturalezas sean distintas, aunque uno sea un fenómeno más bien objetivo-ambiental y el otro de naturaleza subjetiva-cultural, ambos se encuentran en una intersección, en la amplitud de su cualidad social.
El río por tanto funciona en una doble dirección, o más bien como dos figuras, en un sentido como una metonimia/sinecdoque (el todo sustituido por la parte) de una destrucción mayor, de una sistemática dinámica extractiva que extiende su biografía estructural atravesando la historia minera local y nuestra inserción en los mercados internacionales, en la forma y devenir del capitalismo y su encarnación local, proceso del que podemos ahora encontrar sus marcas, en un presente que nos encuentra en un modelo de desarrollo que no ha tenido adecuada planificación, ni es sostenible y que está orientado en una dirección de relacionarse exclusivamente de forma instrumental y utilitariamente hacia la naturaleza, es decir que la desaparición del río es una muestra de una dinámica estructural e histórica, la que si bien está inscrita en los proceso neoliberales de las últimas décadas, se conecta en tanto dinámica a genealogía de mayor data. 
La mala calidad del agua, la muy desigual distribución hídrica, la deshidratación de la cuenca, la contaminación del aire por los relaves mineros son todos fenómenos que se enmarcan en una forma general de relaciones entre la sociedad y el medio ambiente, dan cuenta de un fenómeno de envergadura del cual el desaparecido Río y su suelo seco es uno de sus aspectos más visibles.
En otra dirección, el río, en tanto espacio destruido, caudal desaparecido y sobre todo resaltando la sequedad…. tiene una relación metafórica (una cosa sustituida por otra distinta) con la memoria, representando nuestra memoria espacial, dando cuenta del olvido en el que estuvo durante algún tiempo hemos tenido para con el y sobre todo la apatía con la que nos mantuvimos como sociedad.
Foto: el lecho seco de lo que fuera el Río Copiapó en el tramo urbano
El río es un significante simbólico poderoso, que nos conecta a los procesos creativos/destructivos de la economía minera y agroindustial neoliberal; y por otra parte nos conecta a nuestra propia memoria colectiva, a nuestra propia amnesia y apatía, un proceso envolvente e inconsciente que he denominado conceptualmente como el olvido colectivo.
Es interesante preguntarnos por ese olvido, por sus procesos de configuración, sus anclajes y su naturaleza, mi impresión preliminar aunque abierta, es que está relacionada a las formas de ocupar el espacio en el capitalismo minero, a las formas en las que construimos sociedad en estos parajes, formas que se esconden detrás desde la llamada y vistosa “identidad minera” de nuestra ciudad, creemos que esta debe ser estudiada y deconstruida (en sentido derrideano), en tanto construcción discursiva revisando algunas de las más recurridas literaturas regionales6 que han fundamentado tal vez sin proponerselo a la consolidación de un discurso identitario en torno a la minería.
Nuestra hipótesis-siempre jugando con las ideas- es que la consolidación de un mundo minero derivaría formas de vinculación sociedad-naturaleza las que de forma subyacente a las manifestaciones esencializadas y objetivadas del discurso histórico de manera consciente y racional, operarían inconsciente y estructurantemente en las esferas de sociabilidad, espacialidad y de temporalidad, así, en el marco de condiciones de una permanente transitoriedad7 , se tejerían hilvanando continuidades y sobre rodo disrupciones, la permanente transitoriedad juega como el marco dinámico y estructurante del olvido.

No obstante lo anterior, es importante creo subrayar el no perder el marco histórico de los fenómenos, y como ya hemos planteado anteriormente éstas ideas deben leerse en el marco de un proceso plenamente capitalista como lo ha sido el de minerización de la región8, esto es un proceso de larga data que marca con sus propios vaivenes el camino de especialización minera en la región, si bien no es un proceso lineal sino en el que las continuidades se entrelazan a formas de discontinuidad. No obstante sus formas subyacentes, en este caso las estrategias productivas en su lógica de operar sobre y con el espacio, no solo lo transforman sino que además contribuyen según creemos a disociar o abstraer lo social de lo espacial, una alienación espacial, la que es una forma local de vincularse dialécticamente al espacio y al medio ambiente, por cierto que en una forma de negación, mediante la vinculación instrumental y explotadora de la naturaleza, relación en la que se “utiliza y a la vez se invisibiliza” a la naturaleza objetivada y que no puede sino ser destructiva en sus procesos creativos.
Volviendo al olvido, hace algún tiempo en un encuentro sobre historia en el que abordamos “el olvido del río”, una asistente me planteaba que en su opinión no había un olvido del río puesto ella y algunas personas que ella conocía “recordaban el río”, y bueno es cierto,ese es un tema interesante.. que nos hace destacar que lo que planteamos es en relación a la memoria colectiva y no sobre el recuerdo personal e individualizado, en esa dimensión en la que nos preguntamos por las formas de nuestra memoria, mi lectura es que si, hay un olvido y es importante, y lo característico es que ha habido un olvido colectivo.
Al respecto puede resultar adecuado recurrir a nuestra experiencia y decir que hemos tenido la oportunidad de conocer muchas fotografías, muchísimas experiencias y recuerdos del río Copiapó, las que fueron rescatadas y compartidas en la campaña que Atacama59 realizó el 2011, en aquella experiencia nos encontramos efectivamente con la constatación de que aunque si bien muchas eran las experiencias y recuerdos del río, estas estaban en el ámbito de lo privado, eran memorias individuales las que paradójicamente habían sumado un olvido colectivo, lo que podemos vincular a lo efímero del lazo social9 en la literatura de la sociología de la memoria fundada por Halbwachs (2011[1950]).
El hecho de que nuestras memorias no hayan tejido y heredado una memoria colectiva nos dice bastante de nuestras formas de sociabilidad, pero sobre todo de las condiciones estructurales e históricas en las que hemos transitado socialmente, en las que las relaciones instrumentales y el individualismo ad hoc al contexto capitalista y en la última coyuntura, neoliberal, ciertamente tiene alguna ponderación importante aunque no determinante.
No obstante para cerrar y dejar algunas ideas más optimistas para una próxima entrega, me gustaría dejar planteado que este contexto de desaparición y olvido creo que está dando paso a otra etapa, una etapa en la que ciertamente el río ha ganado posiciones en el discurso público, un lugar en el discurso ambiental y también muy importantemente en el sentido común de copiapinos y copiapinas.
Si la destrucción ambiental y el olvido estaban vinculadas a través del río seco, el mismo río en tanto dispersos recuerdos individuales, experiencias e imágenes privadas se han tejido punto a punto en un telar de la nueva memoria, en tanto símbolo de la destrucción puede ojala, inspirar una lucha necesaria y que puede dar cuenta o tal vez incluso construir una situación distinta, pensando en términos cualitativos, creo que el ahora ya ha comenzado a ser distinto, al menos es bastante claro de que hay condiciones sociales a nivel nacional y global que benefician nuevas sensibilidades.
Finalmente el río nos ha interpelado... ante nuestro espacio destruido, ante nuestra apatía de muchos años, y de dicha interpelación puede surgir una situación distinta pero ese tema debe ser desarrollado en sus propias líneas, tal vez en una nueva entrega.


1Soja W. Edward. “Seeking Spatial Justice”. University of Minnesota Press (2010)
2Connerton, Paul. “How Modernity Forgets” p-41. Cambridge University Press (2009)
3La centralidad de lo laboral abstraido del espacio puede estar originada en que sus ideas han sido pensadas para el primer mundo, en donde parte de los procesos laborales más visibles en los procesos industriales parecen estar a-espacializados. No obstante creemos que la identificación de una abstracción u olvido en el marco de procesos laborales en los que el mismo actuar queda abstraído de si mismo nos permiten apoyar una perspectiva de encuadre espacial de la abstracción.
4Lefevbre, Henry. “La Producción Social del Espacio”. Papers Revista de Sociología, N° 3 (1974)
5Gastón Gordillo. “Lugares de Diablos. Tensiones del Espacio y la Memoria” p 22-24. Prometeo Libros (2010)
6Alvarez, Oriel. “Atacama de Plata”. (1979) ; Caballero, Tusell. “Crónicas Copiapinas: Libro Dos”. Rotary Club Oriente Copiapó. (2012) ; Sayago, C. 1973. “Historia de Copiapó”. Editorial Francisco de Aguirre. Buenos Aires; Villalobos, Sergio. “Minería y Política”. Fundación Tierra Amarilla (2009).
7Astudillo P, Francisco. “Ahistoricidad y Minerización del Territorio: El caso de Copiapó y su Valle”. Actas de V Encuentro de Historia Local PUEBLO HUNDIDO, FRONTERA NORTE DE CHILE EN EL SIGLO XIX. Departamento de cultura I. Municipalidad de Diego de Almagro (2011). Esta ha sido trabajada anteriormente en nuestra crítica teórica de la historia, la que como condición de sociabilidad y sobre todo de temporalidad accidentada y marcadamente discontinua subyacen a las formas en que hemos construido sociedad en la ciudad y el valle.
8Proceso derivado de la incorporación histórica de la región al capitalismo mundial, al respecto recurrimos las obras de: Coronil, Fernando. “El Estado Mágico. Naturaleza, Dinero y Modernidad en Venezuela”. Nueva Sociedad (2002);Gunder Frank, A: Chile: Desarrollo del Subdesarrollo; Revista Montlhy Review; Wallerstein, Immanuelle. “El Moderno Sistema Mundial I”. Siglo XXI (1979); Wolf, Eric. “Europa y la Gente sin Historia”. Fondo de Cultura Económica (1997). No obstante le damos una problematización propia, el concepto lo proponemos en el trabajo de la nota bibliográfica N°7.
9Halbwachs, Maurice. “La Memoria Colectiva”, pp 71-75. Miño y Dávila (2011)




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